Otoño minimalista

Cuando salí hoy del estudio tuve la suerte de que había parado de llover. 
Tuve un día intenso con cinco clientes que una vez más llenaron sus sesiones con experiencias de vida, y yo como siempre, escuchando con una sonrisa.
Bajé el escalón de mi portal y Asha empezó a tirar de la correa, empezaba su comunicación rastreando los olores de la calle y las marcas de otros perros que osaron pasar por su camino de vuelta a casa.
Tenía la mente tranquila, había sido un buen día, los clientes quedaron satisfechos con el servicio y empezaba un nuevo mes. Octubre. 
Tuve un ratito para poder estudiar las finanzas y estimaba también una tranquilidad a lo largo del mes. Con esa sensación de agradecimiento de estar sintiendo que no tengo ninguna batalla que librar en este momento. 
Así que dejé la llamada "mente en blanco". Cuando hago eso me da por levantar la cabeza del suelo y empezar a fijarme en los detalles del entorno. 
Como había llovido casi todo el día, en el suelo estaban pegadas las primeras hojas del otoño, la acera estaba algo húmeda y podía olerse ese rastro de agua en el ambiente. 
Cogí el móvil y tenía mensajes de mis amigas, pero lo dejé para leer más tarde. Seguí caminando, respirando, pidiéndole a Asha que no tirase de la correa (pero es imposible, es terca como su dueña cuando está ensimismada con algo que le parece interesante) y empecé a bucear en mi mente lo que me apetecería hacer cuando llegase a casa.
Estas semanas estoy haciendo limpieza de cosas que ya no tienen valor para mí en cada uno de los espacios de mi hogar. He de confesar que al principio me cuesta ponerme, pero una vez que empiezo ya pueden pasar las horas que estoy entretenida, cuestionándome si cada objeto que tengo en cada habitación debería de seguir ahí,  debería reubicarlo o simplemente tirarlo. Cuando llegue a la parte del vestidor creo que va a ser mi mayor reto... porque no sabría como empezar a personalizarlo. Estoy tan acostumbrada a recibir ropa de mis amigas que ya no usan que nunca he tenido la oportunidad de hacer mi propio armario.
Creo que ha llegado la hora de empezar a trabajar mi imagen, que aunque no le quiera dar mucha importancia, soy una orejita más en esta sociedad que cuando sale por la puerta con ropa cómoda y que le gusta se siente con más autoestima y segura de sí misma.
Llegué a casa, sin prisas. Primero me puse cómoda poniéndome el pijama, me desmaquillé, me hice la cena y le dejé la ración de pienso a Asha. Me senté en el sofá a cenar, contesté a mis amigas y me puse vídeos de Youtube que me inspiran en este momento (una mezcla entre datos culturales y filosofía minimalista). 
Estoy dejando que fluyan las ideas en mi mente, siempre aparecen en mayor cantidad y más creativas cuanto más silencio y calma hay en mi vida. Me doy cuenta de cosas contradictorias que hago muchas veces por la simple razón de que se supone que hay que hacer como adulta. Las analizo sin obsesionarme y me dejo llevar hasta que se me ocurra la manera de encaminarlas desde mi nuevo punto de vista.
Por ejemplo, estoy soltera pero sin sentir soledad. Me siento más acompañada que nunca y siendo fiel a mí misma o a ese sistema de creencias que llevo integrado. 
Sin síntomas de ansiedad. Saboreando cada momento que puedo ser consciente y sintiéndome libre de crear unas huellas con pisadas diferentes. Aunque a veces sí que siento un poco de rechazo a tanto cambio, lo que hago es respirar, me tranquilizo sabiendo que es porque estoy saliendo de mi zona de confort y ahí es donde necesito estar e investigar.

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